Cuando eras un infante indefenso, tu llanto era una señal de aflicción para alentar a tus padres a que mejoraran las cosas.
En la edad adulta, la mayoría de los animales silvestres suprimen estas señales porque no quieren anunciar su vulnerabilidad a los deprepadores o los rivales de su propia especie.
Hasta
cierto punto, este instinto también persiste con los seres humanos, lo
cual podría ser una razón por la que los hombres tienden a llorar menos
que las mujeres.
Pero comparados con la mayoría de los mamíferos,
los humanos somos una especie enormemente social. Y por mucho que le
duela a nuestro orgullo, cuando lloramos de dolor estamos pidiendo ayuda y advirtiendo a la gente de que hay un peligro.
Y estas dos situaciones son características evolutivas útiles.
Derramar lágrimas para expresar emociones es
un comportamiento exclusivo del ser humano.
Pero, ¿para qué sirve?
Entre otras explicaciones, los científicos barajan que el llanto podría
ayudar a eliminar sustancias químicas estresantes del cuerpo, lo que explicaría su "efecto relajante". Pero Oren Hasson
tiene una teoría diferente. Según propone este biólogo evolutivo de la
Universidad de Tel Aviv en el último número de la revista Evolutionary Psychology, al nublar la vista "las lágrimas nos dejan indefensos y
funcionan como una señal de sumisión". Esto inhibe los comportamientos
agresivos y, puesto que el llanto transmite vulnerabilidad, se convierte
en "una estrategia que puede acercarnos emocionalmente a los otros". En
otras palabras, Hasson sostiene que las lágrimas pueden ayudar a construir y fortalecer relaciones personales. Y si varias personas lloran simultáneamente, los vínculos se refuerzan aún más.
La eficacia de este comportamiento evolutivo depende de quién está junto
a nosotros cuando lloramos, y probablemente no es efectiva en sitios
como el trabajo, donde se nos exige esconder las emociones?
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